Miles y miles de parejas que no pueden tener
un hijo pueden sufrir decepción uno del otro y con ello llegar
hasta el indeseable divorcio
CIUDAD DE MÉXICO, México, ene. 22, 2001.- ¿Sabes
cuántas parejas intentan tener un bebé desde hace más
de un año y no lo han conseguido? ¿Sabes cuántas
han consultado algún médico para resolver su problema
y aún no lo han logrado?
Son miles y miles, en el mundo, quienes ansiosamente esperan la llegada
de un bebé, su gran sueño.
Cuando sucede esto, la psicóloga Corinne Palatchi y especialista
en problemas de la pareja, recomienda consultar a un profesional de
la salud mental con experiencia en casos de infertilidad y así
explorar los sentimientos relacionados con estas opciones, las ventajas
y desventajas emocionales, sociales y familiares.
El camino es difícil y es posible que las parejas que desean
a toda costa tener un hijo se sientan confundidas con las diferentes
opciones a elegir para combatir la infertilidad.
Muchas parejas lograrán el embarazo con tratamientos médicos
y quirúrgicos sencillos, otras requerirán la ayuda de
la reproducción asistida, lo cual representa la última
esperanza.
Sin importar la dificultad para conseguirlo, lo cierto es que el miedo
y la ansiedad estarán siempre presentes ante la posibilidad de
un fracaso. Por ello es necesario el apoyo en el manejo de la ansiedad,
mediante estrategias para el control del estrés, cambios en el
ánimo, sensación de descontrol, tolerancia a la frustración
y al fracaso.
Las parejas que requieren utilizar donaciones de óvulos, esperma
o embriones deben considerar las consecuencias psicológicas que
esto implica, así como el hecho de no tener un hijo biológico
genéticamente compartido.
En casos de donación, la evaluación exhaustiva de la donadora
o donador es indispensable, se debe determinar la estabilidad emocional,
los problemas psicológicos, antecedentes psiquiátricos,
abusos de sustancias, vida laboral, social y sexual.
Es indispensable, -apunta la especialista- hablar arduamente tanto la
donadora como la receptora sobre las complejidades psicológicas,
sociales, éticas y legales que involucra el proceso.
En este largo camino, muchas parejas decidirán no continuar con
sus tratamientos sin lograr embarazo, cuando los recursos físicos,
emocionales o económicos han llegado a un punto de conflicto
y si el problema de la infertilidad ha oscurecido la relación
de pareja y afecta de forma adversa la calidad de vida.
Mientras, algunas parejas no quieren tomar la decisión y esperan
a que otros lo hagan por ellos, como el médico, hay otras personas
que buscan la posibilidad de la adopción y le dejan la elección
a la institución pertinente o al niño, con la idea de
que una vez que sean sus padres adoptivos podrán detenerse a
buscar un hijo biológico.
Al final, la decisión de suspender el tratamiento es una responsabilidad
que las parejas deben asumir, antes de tomar una decisión definitiva.
Corinne Palatchi afirma que es frecuente que uno de los integrantes
esté listo para decidir antes que el otro, lo que también
provoca tensión y conflicto.
En ocasiones, las parejas continúan con el procedimiento como
una forma de negar las pocas posibilidades de éxito, pues implica
dolor y dejar ir el sueño de lograr un embarazo.
Para lograr una decisión acertada se necesita buena comunicación
y honestidad así como buscar ayuda de un profesional con experiencia
en casos de infertilidad
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